Había jugado en Los Pumas al igual que sus tres hijos y falleció el 28 de abril a los 92 años.

El apellido Allen es una referencia dentro del mundo rugby y mucho tiene que ver lo que hizo Leslie, Puma 127, desde sus años de juventud. Dio sus primeros pasos en Atlético del Rosario, pero cuando se mudó a Buenos Aires, por un acuerdo del club, se acercó a Club Atlético San Isidro. Sin saberlo, esa decisión marcaría también su propia vida y la de su familia.

En el CASI fue campeón, llegó a la primera y conoció a quien después sería la madre de sus tres hijos y una hija. Tiempo después, jugó en Los Pumas. Herederos de su pasión por el deporte, Gabriel (Puma 334), Jorge (Puma 367) y Matías (Puma 444) le siguieron sus pasos en el seleccionado nacional y lo recuerdan tras su muerte el 28 de abril a los 92 años.

“Sería muy imparcial si te hiciera una descripción de mi padre. Fue un gran tipo y muy correcto. Nos inculcó los valores de la vida y el amor por el deporte que amamos”, dice Jorge. Matías, el más joven de los tres, sintetiza: “Fue una persona muy sociable y querida por todo el mundo. Fanático del CASI, muy amiguero, de los chicos que entrenó, que compartió giras. Era un tipo muy querido”.

Gabriel profundiza: “era una persona íntegra, honesta, transparente. En cada partido dejaba la vida por su club, por el país y siempre fue así el ejemplo que nos transmitió. Nos siguió durante toda nuestra carrera en la tribuna, apoyándonos y siempre estaba para colaborar. Después de su fallecimiento recibí muchas llamadas de gente que admiro, que me contaban lo que admiraban a mi papá y no lo sabía . Es importante el cariño que ha dejado con muchas personas que estuvo en contacto. Pensando lo que nos dejó es como a la mayoría de los que hacemos este deporte nos gustaría dejar esa imagen”.